La hija de la española, por Karina Sainz Borgo

La hija de la española,
por Karina Sainz Borgo

Por Mario J. Otero, abril de 2020.

Edición leída
Título:
La hija de la española
Autor:
Karina Sainz Borgo
Idioma:
Español
Formato:
Pasta blanda
ISBN13:
978-958-5404-30-4
Editorial:
Lumen
Fecha publicación:
Marzo de 2019
N.° de páginas:
216


"Era la culpa del superviviente, algo parecido a lo que padecieron los que se marchaban del país, una sensación de oprobio y vergüenza: darse de baja del sufrimiento era otra forma de traición".


La hija de la española es una novela corta sobre la vida en Caracas en la época de las milicias, la corrupción y el desorden, que en el universo de la narradora, Adelaida Falcón, la enfrenta a la situación ética de salir del país o de quedarse y luchar. Digo a la situación y no a la dicotomía o a la elección, porque en su caso es una decisión tomada que, sin embargo, no deja de ser difícil, por situaciones como la de sus vecinas Aurora y Julia Peralta o la de Santiago, el hermano de Ana, su amiga desde la Universidad. Es una postura a pesar de todo valerosa, así ella misma piense (bueno, yo intuyo que lo piensa) que puede ser cobarde, poco ética o derrotista, falta de compromiso. La autora hace llegar al lector sensaciones vívidas a través de un lenguaje preciso: la rabia, el miedo, la impotencia, el desapego, las separaciones, incluso -muy escondido-, el amor por los miembros de su familia, así al final Adelaida sienta que se queda sola: “Ese día me convertí en mi única familia”. Como en esta cita, a lo largo del libro se nota este lenguaje poderoso; lo he llamado así a falta de un mejor término que aún espero poder encontrar. Llamo así a este tipo de frases -relativamente- cortas, de unas 3 o 4 líneas, pero que transmiten un significado fuerte, preciso, complejo, de múltiples mensajes, muy sentido pero que sin perder precisión ponen a pensar.

Es facilista pensar en Adelaida Falcón como un personaje cobarde. Por el contrario, tomó decisiones de las que se sorprendió ella misma, decisiones valientes que le permitieron sacar la cabeza por encima del nivel de la situación agobiante y tomar bocanadas de aire de libertad, al menos de posibilidades de subsistir. Por eso se lamenta de quienes se quedan: unos no tuvieron opción y otros tomaron las opciones equivocadas.

Una buena parte del capítulo que comienza en la p. 43 me parece que tiene una carga de sensualidad como no la noté particularmente en otras partes del libro. Vista y tacto se sienten estimulados cuando habla del colorido de los libros y la forma como con los sellos les imprime círculos de colores, la forma como pasa sus manos sobre ellos así como lo hace con la blusa de lentejuelas que tanto le ha gustado siempre y que al cabo de la vida, a pesar de considerarla tan preciosa, su mamá no llegó a estrenar. Se adivina más adelante que estas tallas en la personalidad de Adelaida -y de paso en el lector- eran necesarias para poner de relieve el impacto que les causarán, a ella y al lector, el vandalismo de cañerías que sufren los libros y la profanación de la blusa materna por el uso y el abuso por parte del tal vez más indigno de todos los personajes.

El paralelo entre los recuerdos y el presente, logrado intercalando capítulos entre uno y otro, hace más patente lo deteriorado de la situación actual en lo social, lo económico, lo político.

Ahora algunas citas como ejemplos de ese lenguaje poderoso, corto y preciso, pero que pone a pensar. Algunas de ellas serían material suficiente para sesiones completas de clubes de lectura.

  • “…entendí que la primera muerte ocurre en el lenguaje en ese acto de arrancar a los sujetos del presente para plantarlos en el pasado. La verdad era esa mi madre ya sólo existiría conjugada de otra forma”. pp. 11/12
  • “Ese día me convertí en mi única familia”. p. 31 
  • “…mi mamá fabricaba falsas diademas de reina del pueblo mientras yo sea yo soñaba, a escondidas, con pendientes de orugas nacaradas, esa metamorfosis a la que se sometió en las ciruelas cuando atravesaban la membrana de la realidad. p. 37 
  • “Ese país donde las mujeres siempre parieron y criaron solas a los hijos de hombres que ni siquiera se tomaron la molestia de ir a comprar tabaco para no volver”. p. 45. Este es un grito contra ese machismo atávico de nuestras sociedades tercermundistas.
  • “…ese lugar [su colegio] era la escala de un mal mucho más profundo, la reserva natural de una república cosmética. p. 45 ¿Forma nuestra educación ciudadanos de países de apariencias?
  • “No podía hacer nada por ella y ella tampoco podía hacer nada por mí. Estábamos condenadas, como el resto del país, a desconocernos. Era la culpa del superviviente, algo parecido a lo que padecieron los que se marchaban del país, una sensación de oprobio y vergüenza: darse de baja del sufrimiento era otra forma de traición”. p. 48 Esta sensación se vive hasta el final y es el fondo de la obra: la pregunta moral o ética de si salvarme yo, yo solo, o quedarme para sufrir y morir con todos los demás. Como en el Titanic.
  • “Me resistía a regalar o a donar todo aquello. A este maldito país en llamas no iba a dejarle una viruta, un solo folio o trozo de tela de nuestras vidas.
  • [Humor] “…un hombre de bigotito perfilado que hablaba con los labios chiquititos, apretados como un ano, esa mueca de falsa discreción que llevaba la gente puesta en el rostro”. p. 62/3
  • “…que conservé en mi memoria como un mal recuerdo y que ahora resucitaban en mi mente como eructos del corazón”. p. 68. Expresión para las imágenes de un mal recuerdo.
  • “…cantaba canciones desteñidas sobre mujeres que iban a morir ahogándose en el mar y sobre todo cuando algún padre o una madre preguntaban cómo estaban ‘las cosas’ en Chile”. p. 74. ¿Es una referencia a Alfonsina Storni?
  • “ ‘Allá’ era un pasado un lugar del que parecían haber salido con la condición de no mencionarlo jamás”. p. 76 
  • “— Viviremos con más miedo del que ya tenemos. — ¿Más? — Entiende, Adelaida, que ya no hay fondo. Nunca vamos a conocer el límite de esta desgracia”. p. 89
  • “¿O ella, como yo, tenía suficiente olvido a cuestas para que nadie nota su ausencia? p. 91. Es una imagen del olvido, como la capa de Harry Potter.
  • “…y una en la moderna estructura metálica de Alejandro Otero de la plaza Venezuela, una escultura de la que hoy no queda ni una sola lámina: las robaron todas”. p. 135. Igual que en Bogotá, con las láminas del Ala Solar de Alejandro Otero.
  • “Me lo quitaron todo, hasta el derecho a gritar”. p. 156 
  • “Pasa rápido la muerte cuando el mundo se empeña en girar”. p. 182 
  • “A mi alrededor vi pasajeros imantados a sus teléfonos”. p. 203. Muy gráfico.
  • “Las maletas se parecían a nosotros: las apilaban y pateaban. Compartíamos con ellas una indefensión de pescadería. Alguien nos descuartizaba, nos abría en canal para vulgar sin pudor en todo cuanto llevamos dentro”. p. 204 
  • “¿Por dónde comienza una persona mentir? ¿Por el nombre? ¿Por el gesto? ¿Por los recuerdos? ¿Acaso por las palabras? p. 210 
  • “La enfermedad de Julia Peralta, que ella describía solo como cáncer, tomaba en su diario los atributos de una persona. Un individuo con voluntad. Algo como un nuevo familiar que se mudó al piso donde vivían y al que ella atribuía estados de humor”. p. 212 
  • “Comprar una localidad [en los toros] para ver morir. A mí, qué cosa, me salía gratis”. p. 215 
  • “Eran las 10:30 de la mañana. Las 9:30 en Canarias. En Caracas siempre sería de noche”. p. 216. El sino, el destino.


MJO, Bogotá, abril de 2020


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